En agosto de 2018 mi familia y yo sobrevivimos milagrosamente a un espectacular accidente de tráfico. Escribo estas líneas utilizando sólo 6 dedos, los otros 4 no me hacen mucho caso… no sufras, estoy bien; pero como comprenderás, mi vida no ha vuelto a ser la misma, y lo mismo le pasará al blog. Ha estado parado mucho tiempo, y vuelvo a escribir con ganas de hablar de otras cosas que tienen que ver más con la vida que con la tipografía.

Me gustaría compartir contigo unos pensamientos sobre el éxito y el fracaso… quizás te ayuden! Escribí una versión un poco más corta para animar a un amiguete que había tenido que cerrar su empresa, una start-up tecnológica basada en la tipografía. Yo había perdido mis ahorros invirtiendo en una locura parecida, y sé lo difícil que es conseguir que una aventura así cuaje, sobreviva, y no digamos triunfe.
Esto fue lo que le dije:
Los seres humanos —incluidos los diseñadores— tendemos a pensar que, cuando un proyecto sale bien, ha sido mérito nuestro. Estamos acostumbrados a ver a gente supuestamente exitosa dando charlas de lo bien que lo han hecho, lo duro que trabajaron, lo mucho que desearon y visualizaron el éxito… y lo peor son los consejos que dan: que no te rindas, que si lo sueñas con fuerza se cumple, que persigas tus sueños, que seas positivo, que equivocarse es maravilloso… no sigo que me cabreo.
¿Quieres saber qué es lo que me molesta tanto de todo ese discurso? Sus premisas; las premisas son importantísimas, cuando alguien quiere engañarte, lo hará colándote una premisa falsa y construirá un argumento lógico apoyado en ella. Por ejemplo: yo triunfé porque me esforcé (los que fracasan no se esforzaron), porque lo deseé con fuerza (los que fracasan, no), porque tengo talento (los que fracasan, no), porque perseveré (los que fracasan, no), porque fui valiente y seguí mis sueños (los que fracasan, no), porque aprendí de mis errores (los que fracasaron, no)… así hasta el infinito y más allá.
La realidad, en mi opinión y a riesgo de equivocarme, es bien distinta: la misma idea, pensada por la misma persona en dos momentos diferentes, da resultados diferentes. En dos lugares diferentes, da resultados diferentes. Con socios y proveedores distintos, da resultados diferentes… el éxito de una idea es una suma de talento y casualidad, por eso hay ideas regulares —incluso malas— que triunfan, personas con poco talento que triunfan, o ideas calcadas a otras que fracasaron y ahora triunfan. Se trata de estar en el momento y lugar adecuados, y tener suficiente talento, mentalidad y valor para poner la idea en marcha.
Tener suerte
Tú tienes que trabajar duro, tener fe y defender tu idea, debe tener talento, perseverancia y valor. Pero eso sólo es el 50%. El resto es SUERTE. Suerte de conocer a ese socio que te ayudará, suerte de lanzar el proyecto al mercado en el momento adecuado, suerte de encontrar a ese proveedor clave que hará que tu producto sea el mejor, etc. Si quieres cambia los porcentajes al 40-60 o al 60-40, me da igual. La suerte es súper importante, y en principio (eso es otro debate) no depende de uno mismo.
Hay dos tipos de suerte: una macro y una micro. La macro es tener suerte de haber nacido en un país rico, por ejemplo, o en una familia de clase media, o en una época de bonanza, cosas así; la micro son esas casualidades que te hacen conocer a la persona adecuada en el lugar y momento adecuados, o tropezarte con algo que te da acceso a financiación, becas, o encontrar de repente un libro o web que te lleva a encontrar una solución y cosas así.
Por ejemplo, todos los éxitos que yo consiga después de salvar la vida milagrosamente, se deberán principalmente a que estoy vivo, y eso es SUERTE. Tampoco me quitaré mérito cuando triunfe, pero intentaré poner cada cosa en su sitio, relativizar mi éxito y no alimentar mi ego. También soy consciente de que soy afortunado por haber nacido en España, Europa, en una familia de clase media, haber tenido acceso a los estudios que yo escogí, poder irme a Barcelona a estudiar… claro que después me esforcé por hacer las cosas bien, pero partía de una posición de ventaja sobre mucha gente que no tuvo tanta suerte.
Conclusión
Soy un tipo estrellado, pero un tipo con suerte. Mi cirujano es Pedro Cavadas. Muevo los dedos de mi mano izquierda gracias a él; ya no podré tocar la guitarra de nuevo, porque he perdido la motricidad fina, pero puedo entrecerrar el puño y sujetar objetos. Si me hubiera operado el cirujano joven de mi hospital en Alicante, ¿qué habría pasado? Nunca lo sabré, la respuesta está en otro universo paralelo. Pero hay algo que sí sé: soy un tipo con suerte.
¿A dónde quiero llegar con todo esto? mira, cuando sientas que has fracasado, puedes probar lo siguiente: recuerda que has tenido mala suerte y no te castigues demasiado. Piensa bien si quieres y merece la pena volver a intentarlo, cambiando cosas, o pasar a otro proyecto, y disfruta todo lo que puedas del proceso. Estás vivo, recuerda ese pequeño milagro diario de los que aún respiramos. Cuando triunfes, tampoco te lo creas mucho, porque sabes que en parte ha sido suerte, y mantente humilde y sencillo, y disfruta todo lo que puedas del proceso. Ésa es mi filosofía. La de un tipo estrellado, pero un tipo con suerte.